Gratitud a la maestría
Debo empezar agradeciendo a Dios que haya puesto en mi vida la maestría, dándome de este modo la oportunidad de crecer tanto en lo personal como en lo estrictamente profesional.
También quiero agradecer a todos los profesores del programa, que han constituido una fuente de apoyo asequible y constante durante todo el proceso. Particularmente, a Gabriel Martí Andrés, Adriana Velasco Ossadon y Tomás Melendo Granados.
Cuando inicié la maestría, experimentaba cierto temor frente a la modalidad semipresencial. Sin embargo, nunca fue un obstáculo para mi crecimiento personal y profesional: los materiales y el apoyo docente son de tal calidad, que se siente la cercanía y la oportunidad de seguir adelante en todo instante.
De igual forma, las clases presenciales incluidas en la maestría constituyeron una ocasión relevante de intercambio, conocimiento y desarrollo intelectual y humano, convirtiéndose en el complemento perfecto para lo abordado de manera virtual.
Los materiales y el apoyo docente son de tal calidad,
que se siente la cercanía y la oportunidad en todo instante.
La maestría, fuente inesperada de felicidad
En lo referente a mi vida personal, la maestría me permitió examinar, consolidar y reafirmar muchas de mis ideas, así como replantear otras, permeando profundamente mi vida y enriqueciendo mucho mi matrimonio, mi relación con mi familia extensa y con mis amistades.
Después de los estudios, siento que soy más feliz que cada una de las acciones que componen mi vida cotidiana está cargada de un amor genuino y de un interés auténtico por el bien de quienes tengo alrededor.
Sin ser perfecta, me pregunto constantemente por el sentido de lo que hago, y todo esto ha ayudado también a mis seres queridos, quienes de igual forma han tenido la oportunidad de reflexionar conmigo y de crecer día a día.
La maestría me permitió examinar, reafirmar o replantear
mis ideas, permeando profundamente mi vida
y enriqueciendo mi matrimonio,
mi relación con mi familia extensa y con mis amistades.
Una maestría “profesional”
Desde el punto de vista profesional, reafirmé mi interés por trabajar por la familia, por entregar mi vida al servicio de la comunidad, lo cual disfruto y me hace sentir plena, y me anima a sortear las dificultades y perseverar en los objetivos que me planteo en mi trabajo.
Todo lo anterior lo experimenté en una comunidad en la que trabajaba con adolescentes, docentes e instituciones municipales, en procesos de convivencia armónica.
Durante el desarrollo del proyecto se me presentaron diferentes dificultades relacionadas con el acceso geográfico al lugar de trabajo, limitaciones administrativas por parte de los tomadores de decisiones y varias más, de diverso tipo.
En otro momento de mi vida, todo esto habría constituido una fuente de estrés difícil de manejar. Entonces, y por influjo de lo aprendido e interiorizado en la maestría, el amor a la comunidad con la que trabajaba se transformó en el aliciente necesario para sortear las dificultades.
Gracias a lo aprendido en el máster,
el amor a la comunidad con la que trabajaba
fue el aliciente necesario para sortear las dificultades.
Una maestría eminentemente “personal”
En general el principal aporte de la maestría a mi vida fue en el plano personal y familiar, y desde este punto de vista continúo el proceso de crecimiento y busco que se refleje en cada una de las acciones que emprendo en las distintas facetas de mi vida.
Gracias, por tanto.
El principal aporte de la maestría fue en el ámbito personal:
desde que lo cursé, continúo el proceso de crecimiento
y busco que se refleje en todas las acciones
que emprendo en mi vida.
Darlen Aragón Barré
Santander, Colombia