Mejora de la persona y de la familia
Es difícil resumir en pocas palabras el cúmulo de conocimientos, vivencias, cambios, alegrías y descubrimientos que he tenido la suerte de vivir a lo largo de estos casi tres años de máster, que se me pasaron como un vuelo.
La accesibilidad fácil a magníficos documentos y a muy valiosa bibliografía, la participación en los agitados debates y el constante aliento de nuestros docentes —en especial los profesores D. Tomás Melendo y D. Gabriel Martí— han hecho posible un auténtico proceso de mejora personal y familiar: de mi propia persona y de la persona de cada uno de los componentes de mi familia.
Es difícil resumir el cúmulo de conocimientos, vivencias,
cambios, alegrías y descubrimientos
que he tenido la suerte de vivir
a lo largo de estos casi tres años de máster.
El influjo fundamental
Puedo sostener firmemente que las personas involucradas en impulsar, dirigir y mantener a flote este máster están contribuyendo con su actuación a una verdadera personalización del mundo.
Por eso, mi primera aportación a esta breve reflexión no podría ser sino una, muy neta y fundamental y expresada con solo dos palabras: la gratitud.
El primer paso de estas reflexiones
se resume en una sola palabra: gratitud.
Singularidad de la persona
Sin más preludios, me gustaría comenzar por el principio: el valor de la persona.
Si algo se puede corroborar a lo largo de todas las asignaturas es el carácter personalizado de todas ellas, pues toda la materia se encuentra edificada sobre la dignidad, el reconocimiento y promoción del ser personal.
La persona fundamenta a la familia, y viceversa. Esta es la idea principal que se ha grabado a fuego en mí y que pienso que no me abandonará en todo lo que dure mi vida.
A lo largo de estos años de estudio he descubierto la grandeza de la singularidad de la persona, unida íntimamente a su excelsa dignidad, y en la que reside toda la belleza de cada ser personal.
La persona fundamenta a la familia, y viceversa.
Esta es la idea principal que se ha grabado a fuego en mí
y que no me abandonará mientras dure mi vida.
Exclusividad de la persona, en la vida familiar
He podido experimentar este hecho y trasladarlo sin el menor problema a mi relación con mi marido y mis hijos.
Uno de los ejercicios prácticos derivados como fruto de este máster ha sido el de aprender a observar y descubrir aspectos nuevos de la exclusividad de mi esposo, sacando a la luz aquello que lo hace tan genial, ¡tan él!
Y de igual modo, en mis hijos, que aún transitaban los primeros años de la infancia, he podido aprender a disfrutar de descubrir cada día una cosa nueva en ellos.
Puedo confirmar con seguridad tras haberlo vivido “en mis carnes”, que cuando se advierte lo bueno y bello de cada uno —que sólo él posee—, el trato con cada persona cambia automáticamente, mejorando las relaciones y generando una actitud propiamente personal, la reverencia.
El máster me ha llevado a descubrir nuevos aspectos
de la exclusividad de mi esposo,
sacando a la luz lo que lo hace tan genial, ¡tan él!
Dignidad de la persona: su valor inefable
La unicidad, grandeza, hermosura y magnanimidad que encierra cada ser humano de modo exclusivo arroja luz sobre la auténtica dignidad de cada persona, y consecuentemente, sobre el valor inefable de la vida humana.
En este sentido, he aprendido a reconocer con ojos nuevos la grandeza de mi papel de madre, pues al ser nada más, ¡y nada menos!, que colaboradora de Dios —junto con mi marido— en la creación de algo tan grande y único como la persona de cada uno de mis hijos, adquiere una nueva perspectiva y responsabilidad.
♣ Una nueva perspectiva, en cuanto que he sido premiada con un don tan grande que nunca merezco ni mereceré.
♣ Y una nueva responsabilidad, en la medida en que he de responder a la vida de mi hijo siendo consciente de que no me pertenece a mí, que me ha sido dado, y que en mis manos está ayudarle a ser quién es.
He aprendido a reconocer con ojos nuevos
la grandeza de mi papel de madre.
De nuevo en la práctica: la persona de cada hijo
El descubrimiento de esta verdad tan relevante ha generado en nosotros un reenfoque absoluto de nuestra tarea paterna.
Nuestras actuaciones educativas atienden ahora a un solo fin: que el hijo que se nos ha sido otorgado gratuitamente vuelva su persona y toda su vida hacia su Origen, para poder llegar así a su Plenitud, el Amor.
Todo cuanto nos planteamos se encamina hacia la búsqueda de este bien real, nada más.
El descubrimiento del inmenso valor de cada persona
ha generado en nosotros
un reenfoque radical y absoluto de nuestra tarea paterna.
Y la persona del cónyuge (relaciones sexuales-personales)
Aparte de la dimensión paternal, he podido apreciar un profundo cambio práctico en la vida sexual de pareja.
Antes de cada encuentro íntimo con mi marido, y sobre todo en aquellos momentos en los que las ganas de la mujer decaen, pensaba brevemente en la grandeza del acto de unión que íbamos a llevar a cabo, buscando mirarle sólo a él y su bien.
Estos breves segundos de reflexión eran capaces de sustituir cualquier carencia de apetito sexual, despertado nuevamente por la fuerza del amor.
Estos breves segundos de reflexión
hacían renacer el apetito sexual.
Relación de persona a persona, en nuestra vida cotidiana como esposos
La convicción básica
Una de las ideas más reiteradas a lo largo de todos los documentos del máster deriva de la presencia de la palabra donación, formulada también con otras expresiones como búsqueda del bien del otro en cuanto otro, la primacía del tú, el olvido de sí, etc.
A base de leerlas y releerlas, procurando también hacerlas vida, estas fórmulas han llegado a salir a la luz en momentos decisivos de mi experiencia matrimonial, como discusiones, decisiones importantes, desencuentros y actos de perdón.
Algunas aplicaciones concretas
Todo lo anterior me ha hecho ser muy consciente de la necesidad de callar y no pretender tener la última palabra, ceder en mis opiniones obstinadas, saber escuchar con auténtica atención, vencer mi estado de ánimo, sumar detalles positivos con mi marido, saber ponerme en sus zapatos, entender y anticiparme a sus necesidades, aunque supusiera algún esfuerzo extra, etc.
Y todo ello no como algo extraordinario, sino como fruto espontáneo del convencimiento de fondo de la importancia del amor cabal.
La clave de pensar en el otro antes y siempre ha mejorado notablemente nuestra relación, evitando discusiones y rupturas innecesarias.
La clave de pensar en el otro antes y siempre
ha mejorado notablemente nuestra relación,
evitando discusiones y rupturas innecesarias.
Cada hijo, una persona
Mi comportamiento previo, con su cara y su cruz
En lo que atañe a temas de educación, debido a mi carrera como psicopedagoga, tengo —o tenía— la mala costumbre de atender, estudiar y centrarme en minuciosos y prácticos aspectos educativos como la modificación de conducta, actuación en rabietas, instauración de hábitos de higiene, promoción de hábitos de estudio, etc.
Mi visión era por lo general bastante aplicada y carecía en cierto modo de un criterio profundo capaz de orientar y dar sentido a todas ellas, dirigiéndolas hacia un fin concreto.
Mi visión como educadora era excesivamente práctica:
carecía de un criterio profundo,
capaz de dar sentido a todas mis actuaciones.
Ahondar para saber rectificar
Si hay algo en lo que insiste educativamente la materia del máster es en la búsqueda del bien real del hijo como axioma que debe estar presente en toda actuación formativa.
Algo que nunca había considerado en mis estudios anteriores ni en mis vivencias como madre.
En este sentido, he descubierto que detrás de cada uno de esos consejos que daba a los padres como profesora o decisiones que tomábamos con respecto a nuestros hijos late un fin único:
♣ Ayudar a que el niño ame.
♣ A que sea capaz de dar y darse, ayudarle a ser mejor persona.
El fin de todo acto educativo es ayudar a que el niño ame,
a que sea capaz de dar y darse.
Persona, sobrenaturalmente elevada
Por último, querría agradecer especialmente el carácter sobrenatural que sostiene cada uno de los ejes fundamentales de estos estudios de la familia: una dimensión sobrenatural perfectamente anclada, por otro lado, en una correcta filosofía.
Realmente se puede ver a Dios detrás de cada uno de los fundamentos de la persona y de la familia, de los que surge una actitud fundamental: la confianza, el abandono.
Por eso, confiando en Dios, que nos otorgó a la persona en el seno de la familia, para que en ella pueda ser, re-inicio ahora el camino como esposa y como madre, llevando conmigo un nuevo equipaje de conocimientos, que me prepara y me renueva para sacar adelante esta impresionante tarea que me ha sido encomendada.
Nunc coepi!, ¡ahora empiezo!
Nunc coepi!, ¡ahora empiezo!
María Álvarez de Toledo Valdés
Madrid, España